En "A feu doux", la directora Sarah Friedland ofrece una mirada humana a la vejez.

LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – PARA VER
"A nuestros mayores y a quienes los cuidan". La dedicatoria al final de los créditos de "A feu doux" , de Sarah Friedland, arroja luz sobre la ambición de este primer largometraje, presentado en 2024 en el Festival de Cine de Venecia, en la sección Orizzonti, y galardonado en tres ocasiones (incluyendo el premio a la Mejor Ópera Prima): ofrecer una perspectiva diferente sobre la vejez. La cineasta estadounidense también compara su película con una "llegada a la vejez" , como para enfatizar que las historias de aprendizaje no deben reservarse para los jóvenes. Sarah Friedland pretende así acortar la representación de la vejez como un lento declive que conduce a una desaparición segura. "A feu doux" avanza siguiendo una lógica mucho menos lineal, donde el despertar va de la mano del olvido.
La película comienza con Ruth (Kathleen Chalfant), una anciana sola en casa, preparándose meticulosamente para lo que podría ser una cita romántica: eligiendo el atuendo, decorando la mesa, preparando la comida... Nada se deja al azar. Tras intercambiar unas preguntas inocuas con su misteriosa "cita" , se aventura a preguntar: "¿Estás saliendo con alguien especial ahora mismo?". A lo que el hombre, que parece algo más joven que ella, responde sorprendido: "Diría que mi esposa es muy especial". Tras unos minutos más y un viaje en coche que Ruth imagina como el comienzo de una escapada romántica, se da cuenta de que, en realidad, es su hijo, Steve (H. Jon Benjamin), quien la lleva a vivir a una residencia adaptada para personas con trastornos de la memoria.
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Le Monde